jueves, 4 de marzo de 2010

Francisco Miguel Castillo



MÁTAME


Róbame las noches que prefieras,
quítame las prendas de mi ropa,
sálvame de falsas primaveras,
bebe mis besos cual si fuera
el último trago de tu última copa.
Llévame al hilván de tu entretela,
cóseme al bies de tu vestido,
ahógame en medio de tus senos.
Clávame tu flecha y tu Cupido,
véngate de la resta sin el menos.
Báñame con los mares de tu risa,
con las aguas de tus besos adyacentes.
Sécame sin tapujos, sin premisas,
sin parcelas prohibidas, carentes
de metas que se quieran alcanzar.
Mátame, mátame con las balas de tus labios,
llévame al parnaso de tus manos,
quémame en la hoguera de este agravio
que me devuelve a este cuento sin enanos
sin Blancanieves, ni madrastras, ni sabios
que me arrastran a la mar sin equipaje,
sin maletas, sin adiós, sin billete de vuelta,
sin vagón de cola, con destino a la tormenta,
que me cala de amor hasta en los huesos,
que me deja sin la aurora de tus besos
a la hora en que la noche se quita las bragas,
a la hora en que la luna se despoja del sostén,
en el instante en que mis manos te deshagan
soñando que al tenerte mis ganas
cambian cinco males por un bien
pues sin ti, deben más de lo que pagan
y se pierden en la mar, se hunden y naufragan
cuando la aurora me despierta en la mañana
mordiéndome las horas, besándome en la sien.
Róbame, llévame...
¡mátame!

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